martes, 10 de agosto de 2010

Vida y muerte

Algo que está en la naturaleza de un ser vivo se toma como algo natural. Estas cosas naturales son inherentes a su condición y no puede huir de ellas. Se asumen (algunas mas que otras). Entonces, ¿por qué se contrapone la vida a la muerte si ambas cosas son parte de un mismo ciclo? Mejor dicho, la muerte es parte de la vida. Todos nacemos y todos morimos. No hay más vuelta de hoja.
Así pues, todos tenemos derecho a morir como nos plazca. De hecho, a todos nos gustaría morir de una forma determinada, aunque no pensemos en ello. Entonces, una persona que está "viviendo" en unas condiciones que ya no son vida y que quiere morir, ¿no tiene derecho a la muerte? Desengañémonos: no existe un Dios que nos da la vida. Y, aunque existiese, Él nos ha dado la vida. Recalco: nos ha dado. Por tanto, la vida es nuestra y no de Él y la podemos utilizar como queramos, mejor o peor. Por tanto, cualquier persona tendría derecho a la eutanasia, siempre que la pida libremente y con sus facultades todavía intactas.
Cosa diferente es el asesinato. Como he dicho, la vida nos pertenece y podemos hacer con ella lo que queramos. Pero no podemos quitarles a otros sus vidas. Aquí habría que diferenciar entre asesinato y eutanasia. La eutanasia es voluntaria, el asesinato no. Sí, para los médicos está el juramento hipocrático, que, entre otras cosas, establece que no hay que provocar daño al paciente. Pero, si prolongar la vida de un paciente no hace más que alargar su agonía, ¿no es eso provocarle ese daño que se pretende evitar?
Otro tema más peliagudo es el aborto. También es diferente al asesinato, por muy moralistas que nos pongamos. Ahora bien, evidentemente, no se puede abortar en todas las etapas del aborto. Para ello, habría que definir cuando un feto se convierte en un niño. Para la Iglesia, está claro: un niño es desde el espermatozoide; por eso no vale ni el aborto, ni la masturbación, ni la experimentación con embriones. Pero siendo realistas, lo cierto es que no hay una definición clara de niño y, por tanto, la cuestión del aborto queda reducida a una cuestión moral, desgraciadamente (y también queda recudido a una cuestión de negocio, con médicos que no quieren practicar abortos en hospitales públicos, pero los hacen sin problemas en hospitales privados). Yo, personalmente, tendría reparos en practicar abortos a partir del sexto o séptimo mes. En cualquier caso, por mucho que se legalice o amplíe el derecho del aborto, al igual que con la eutanasia, nunca veremos a miembros del Estado paseándose por los hospitales y seleccionando qué pacientes morirán o qué embarazos se levarán a término, como si fueran nazis. El aborto también es una decisión personal y privada, en ese caso, de la mujer embarazada.