viernes, 19 de mayo de 2017

Ninguno




El domingo el PSOE elige a su secretario general en medio de un debate bronco como pocas veces se ha visto en el interior de un partido político. Susana Díaz, Patxi López y Pedro Sánchez, solo podrá quedar uno.
El problema es que ninguno de los candidatos ilusiona más allá de su propio partido. El PSOE, representante de la socialdemocracia (no del socialismo) en España está hundiéndose, como lo demuestran los resultados electorales que cosecha el partido desde 2008. Y los espejos europeos del PSOE no auguran nada bueno. Los ejemplos de Grecia, Francia o Alemania deberían hacer reflexionar. Pero en el PSOE nadie está por la labor de hacer dicha reflexión necesaria; preocupa más el ascenso de Podemos, que pise amenazadoramente los talones socialdemócratas (hoy mismo, Unidos Podemos ha registrado su propuesta de moción de censura contra Rajoy).
Gane quien gane de los tres, no creo que vaya a cambiar mucho las cosas. Los tres representan a caras reconocidas del partido, que auguran continuismo; no hay sangre nueva ni renovación.
Susana Díaz es la actual presidenta de Andalucía. Oyéndola hablar uno descubre que su discurso es vacío, algo que se confirma leyendo sus programa. Si alguien aún duda de porqué no es buena candidata, solo tiene que darse una vuelta por Andalucía. Sin embargo, creo que es la que más posibilidades tiene de ganar, porque cuenta con todo el apoyo del aparato del partido (gestora incluída) y de los barones y pesos pesados. Posiblemente alguien como ella no haga más que hundir aún más al partido.
Patxi López se presenta como el candidato del consenso, el que quiere unir las posiciones enfrentadas de los partidarios de Díaz y Sánchez. En realidad, es un apoyo encubierto a Díaz, colocado ahí para evitar que los que no quieren votar a Díaz voten a Sánchez. Solo es un tonto útil colocado por el partido. Evidentemente no ganará, solo está ahí para trasvasar votos.
Pedro Sánchez fue el anterior secretario general. Obligado a dimitir cuando intentó buscar una alternativa de Gobierno a Rajoy, esa es precisamente su fuerza. Él no se abstuvo para favorecer el Gobierno de Rajoy (tampoco llevó hasta sus últimas consecuencias el "No es no", ya que dimitió antes). Sin embargo, Pedro Sánchez no es de fiar, algo que comparte con el resto de candidatos. Sánchez ha cambiado de ideas constantemente. Durante la última campaña negó por activa y por pasiva que fuese a pactar con Podemos, después lo buscó. Tras su dimisión, confesó sus errores en una entrevista con Jordi Évole. Más tarde, matizaría sus errores y negaría otros. Y así con todo.
Visto lo visto, ninguno de los tres candidatos es convincente. El PSOE seguirá siendo el PSOE; un partido socialdemócrata preocupado porque no avance excesivamente la izquierda en este país. El PSOE aún no ha encontrado su fondo; cualquiera de estos candidatos puede hacerlo. Quizá algún día alguien en el partido se dé cuenta del daño que se están haciendo. Esperemos entonces que no sea demasiado tarde y ese daño no sea irreversible.

domingo, 7 de mayo de 2017

No, los resultados electorales en Francia no son un alivio

Finalmente, los franceses han votado en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. La elección era lo más parecido a susto o muerte: O el liberal Emmanuel Macron o la ultraderechista Marine Le Pen. En realidad no había elección: O derecha o derecha, por mucho que una la disfrazaran de extremista. Entre lo malo y lo peor, los franceses han elegido lo malo. No seré yo quien les critique teniendo lo que tenemos en España (y más en concreto, en Valencia, donde he votado estos últimos años).
Macron ha ganado las elecciones y muchos lo ven como un alivio. Pero de alivio nada. Las políticas que defiende Macron, practicadas en Europa por gente como Hollande (Francia), Merkel (Alemania) o Rajoy (España) son las que han propiciado el resurgimiento de la ultraderecha en Europa. Le Pen es hija de las políticas neoliberales. Por eso no entiendo porque Europa y Francia respiran aliviadas. La ultraderecha no ha sido detenida, se ha ralentizado. Dentro de cinco años Le Pen tendrá una nueva oportunidad. Y volverá con más fuerza, porque las políticas de Macron van a traer mucha más decepción que alegría a los votantes. En estas últimas elecciones, no solo el Frente Nacional de Le Pen ha batido su récord histórico, también lo han hecho la abstención y los votos nulos o en blanco. Esto seguirá aumentando y posiblemente explote en las próximas elecciones.
La izquierda y la democracia no tienen nada que celebrar. Macron es tan demócrata como el resto de líderes europeos que nos han empujado al austericidio. Que a Le Pen la tachen de extremista no hace a un liberal bueno.
Es por eso que ahora la izquierda debe comenzar a trabajar. El camino para evitar que el ultraderechismo se haga con el poder comienza ahora. No solo en Francia, también en el resto de Europa. Si queremos evitar que Le Pen y sus adláteres se hagan con el poder en Europa debemos empezar desde ya. No tenemos tiempo ni para respirar aliviados. Tampoco es que tengamos porque hacerlo porque no hay nada por lo que sentirse aliviados. Hay que comenzar ya. Nos jugamos mucho.

lunes, 1 de mayo de 2017

Jordi Cruz en el 1 de mayo de la hostelería

Hace unos días aparecía un artículo que denunciaba las condiciones de los becarios en restaurantes de lujo como los de Adrià, David Múñoz, Berasategui o Arzak. En él se hablaba de como los stagiers (anglicismo tras el que se esconde las palabras "becario" o "aprendiz de cocina"; ya se sabe que en inglés todo suena mejor) trabajaban hasta dieciséis horas sin cobrar y sufriendo un trato vejatorio incluso. Lo cierto es que estas condiciones en estos tipos de restaurantes ya se lleva tiempo denunciando.
Hoy, día 1 de mayo, Día del Trabajo, ha aparecido la réplica de estos chefs. Jordi Cruz (me refiero al cocinillas, no al artemaníaco) ha sido uno de ellos y sus palabras han levantado una gran polvareda. Vaya día ha elegido para justificarse.



Jordi Cruz, chef en Abac y jurado en el programa Masterchef, de Televisión Española, defiende la explotación laboral en los restaurantes de lujo, a pesar de que él nunca se sometió a esa explotación. Según él, trabajar para gente como él mismo es un privilegio y que, los becarios ya tienen pagada la comida y el techo. Vamos, como los esclavos de las antiguas plantaciones de algodón. Solo le falta lamentar que esté prohibida la utilización de látigos para "motivar" al trabajador, vago por naturaleza. Seguro que Cruz se corría de gusto viendo 12 años de esclavitud.
Jordi Cruz también se justifica diciendo que si pagara a todos los trabajadores los menús ya no costarían 300 euros, sino 500. Creo que quien pague 300 euros por comer (algo que considero, sinceramente, una aberración) puede pagar perfectamente 500.
Viendo pues cómo Jordi Cruz hace las cosas, no es de extrañar que el sujeto pueda comprar un palacete de tres millones para él y su novia. Mientras él se dedica a acumular fortuna, sus trabajadores ahí están, echando horas y no cobrando por ello.

Pero las palabras de Jordi Cruz deben hacernos ver otro gran problema. La explotación en la hostelería no ocurre solo en los restaurantes de lujo; es algo generalizado, sobre todo en las zonas más turísticas del Mediterráneo español. La hostelería es la gran olvidada de las políticas laborales. Nadie quiere mirar hacia este gran problema. En un país como el nuestro, donde el turismo es la gallina de los huevos de oro, la hostelería no se toca por si acaso. Mientras, en cualquier restaurante de la costa española, tenga muchas o pocas estrellas Michelín, veremos casos de cocineros y camareros que echan muchas horas y cobran muy poco en relación. Y en muchos casos, en vez del agradecimiento del empresario de turno, solo reciben un trato vejatorio. Fijaos la próxima vez que comáis o cenéis en un restaurante. Levantad la vista del plato un momento, salid de la burbuja de felicidad que os proporciona el ser turistas. Luego pensad cuántos de vosotros podríais soportar esas condiciones, ya sea trabajando para Ferrán Adrià, Jordi Cruz o Pepe el del chiringuito.

¿Y con respecto a Jordi Cruz qué podemos hacer? Yo, desde ahora y desde aquí, propongo boicotear el programa Masterchef hasta que Televisión Española lo despida. Y, si algún día os pasáis por su restaurante, comed y haced un simpa. Al fin y al cabo, cualquiera de nosotros tiene más talla moral que él, así que solo con el privilegio de nuestra presencia debería sentirse pagado. Además, si sus trabajadores no han de cobrar, ¿para qué quiere Jordi Cruz cobrar también?