Mal gesto es una película israelí que nos muestra la vida de un hombre, padre de familia, seguidor de las costumbres religiosas y escritor frustrado. Un buen día, mientras va en coche con su familia, el día en que se conmemora el Holocausto, su mujer le realiza, en una acalorada discusión, un gesto obsceno a otro conductor. El conductor, ofendido, embiste la puerta del coche y se da a la fuga. Cuando el protagonista acude a la policía para denunciar el caso, descubre que el agresor es un veterano de guerra con muy buenos contactos en las altas esferas. Aun así, el protagonista hará lo imposible para que este hombre le pague la puerta nueva de su coche.
La película no reflexiona sobre temas políticos ni sobre el conflicto palestino-israelí. Es simplemente una reflexión sobre nuestra sociedad, sobre la sociedad occidental (aunque la película esté ambientada en Israel, bien podría estar ambientada en cualquier país occidental; de hecho, la película guarda muchas similitudes con Un día de furia, aquella película en la que Michael Douglas estallaba en un ataque de ira). Una sociedad en la que cualquier mínimo gesto nos puede llevar por el camino de la violencia. Todo comienza con un gesto obsceno y, poco a poco, el enfrentamiento entre estas dos personas se va intensificando. Finalmente, igual que el antes mencionado Michael Douglas en la antes mencionada Un día de furia, el protagonista se dejará llevar por esa espiral violenta. El enfrentamiento entre estos dos personajes quizá también pueda recordar a la película Al límite de la verdad, en la que Ben Affleck y Samuel L. Jackson se enfrentaban por un accidente de coche.
En la película, en realidad, se muestran varios tremas que van desde esa reflexión en torno a la sociedad violenta en que vivimos hasta el racismo. Quizá, muy en el fondo, la película nos intente mostrar el camino que no se debe tomar ante un conflicto (incluido el palestino-israelí), pues cada acción violenta será respondida por el adversario con otra un poco más violenta y dañina. Así hasta que uno de los dos desaparezca. Y ése no es el camino.
El cartel lo colocó el dueño de una tienda de informática en Alcúdia (Mallorca) después de haber sufrido, según él, robos por parte de rumanos. El cartel me recuerda a aquel que ponían los comerciantes alemanes en la puerta de sus negocios en el que prohibían la entrada a "perros y judíos" durante el nazismo. Una vez más, una acto de racismo que escandaliza a todos los medios de comunicación (aunque con retraso, todos los medios de comunicación se han hecho eco del cartelito). Y yo me pregunto "¿De qué coño se extraña la gente?" Los que deberían darnos ejemplo, nuestros políticos, son los primeros racistas.
Desconozco si a estas alturas, mientras escribo estas líneas, la placa sigue allí (de hecho, no me extrañaría que ahora mismo, la 1:34 de la madrugada, unos operarios la estén retirando, para que nadie se entere). Pero se admiten apuestas de cuánto durará la placa en el lugar, teniendo en cuenta lo que duraron las pintadas criticas con Rita en 
¿Y cuáles son las preguntas que no quiere responder la Administración pública valenciana? Un informe reciente hacia estas preguntas:
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