Hoy, como sabrá todo el mundo, se celebra el Día de la Hispanidad. Es un buen momento para reflexionar sobre esos trapos pintados llamados banderas con los que algunos se abrigan. No entiendo esa obsesión de llevar a todas partes su bandera, rechazando la de los demás, como si la suya fuese la verdadera.
Y el problema es que el debate de las banderas no es cosa de cuatro radicales que andan por las calles, no. Son los políticos quienes lo alientan. Todavía recuerdo aquel esperpento organizado en el Congreso cuando un diputado de CIU sacó una camiseta de la selección catalana ("esta es la camiseta que cuelga en las paredes de las habitaciones de muchos niños catalanes", voy yo y me lo creo). Después llegó uno del PNV con la camiseta de la selección vasca (por cierto, que los equipos vascos no dejan que los jugadores navarros que juegan allí jueguen en la selección navarra). Y para redondear el esperpento, aparece uno del PP con la camiseta de la selección española ("esta camiseta representa a todos los españoles. Todos." Lo que fue respondido desde la bancada catalana con gestos negativos).
En Pamplona, también en septiembre, se vivió otro esperpento relacionado con los colores de un país. ANV organizó una rueda de prensa en el ayuntamiento pamplonés (donde tiene dos representantes), pero antes retiraron la bandera española y la europea. Una semana después, lo intentaron de nuevo, pero esta vez las banderas estaban ancladas al suelo, lo que hizo que los de ANV se fueran al pasillo a hacer la rueda de prensa.
Pero la obsesión por unas banderas y el rechazo por el resto no viene sólo de los nacionalistas. Ahí está la derecha, obsesionada con que la bandera española ondee en todos los ayuntamientos de España. A mí la verdad es que me da igual si la bandera española ondea o no. Si los ayuntamientos están dentro del territorio español, son españoles, ondee la bandera española o la de Sebastopol.
Por si fuera poco, Rajoy llama a celebrar el "orgullo de ser españoles". Yo estoy orgulloso de ser español, pero nadie me verá portando una bandera española, ni colgándola en el balcón. Se puede ser español sin necesidad de abrigarse con ninguna bandera.
viernes, 12 de octubre de 2007
Mis colores sí, los tuyos no
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4 comentarios:
España y patria, se llenan la boca unos poco citándolas a todas horas y el resto mata por ellas sin ni siquiera tener la vergüenza de mentarlas.
Lo curioso es que los que se llenan la boca en Madrid con la palabra España, no lo hacen en el resto de las comunidades. El PP, hace un par de años, en un mitin de Rajoy en el País Vasco no permitió a los simpatizantes ondear la bandera española.
Y en Valencia, el PP se define más como valencianista que como españolista. El 9 de octubre (fiesta de la Comunidad Valenciana, para quien no lo sepa) lo pudimos comprobar entre Senyeras y Cuatribarradas.
Nunca he sabido ciertamente que se celebra el 12 de octubre, no tengo patrones ni referencias familiares de esta "fiesta".Pero con lo que aprendido sola, desde luego que he desarrollado razones suficientes para no celebrarla.
En este país, sólo unos pocos levantan la bandera de España con "orgullo". Pero la levantan con segundas, bajo el peso del significado que ha ido adquiriendo con la historia, por eso el resto, que son la gran mayoría, no se identifican con ella. Forzar a querer a la bandera de tu país, bajo estas circunstancias, me parece absurdo.
Y encima Rajoy llama a celebrar el "orgullo de ser españoles" y luego ridiculiza a los homosexuales por celebrar el "orgullo gay", visto así, son igual de importantes o de innecesarios, ¿o no?. Este hombre necesita un PePito grillo que le recuerde que cuando mete la pata lo hace hasta el cuello. A ver si se enmienda un poco, porque es un impresentable.
Saludos.
Rajoy hace tiempo que anda más perdido que un pulpo en un garaje y se dedica a lanzar manotazos desesperados como si estuviera ahogándose.
El problema es que la bandera, el himno o la monarquía de este país son herencias del franquismo, por eso se califica de fachas a quienes aman estos símbolos. Pero una cosa es amarlos, y otra es amarlos en exceso.
A mí, la verdad, es que me dá igual que nuestra bandera tenga unos colores u otros.
Saludos.
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