lunes, 10 de enero de 2011

Cuando las balas silban

De nuevo, un tiroteo con víctimas mortales conmociona a Estados Unidos. Son seis personas las fallecidas. Pero este no va a ser un caso más. Entre las heridas en el tiroteo se encuentra una congresista demócrata.
De este atentado extraigo dos reflexiones.
La primera se da siempre que se produce un tiroteo mortal en Estados Unidos: la cantidad de armas que circula entre la población. Hay quien lo justifican diciendo que es un derecho constitucional (de una Constitución que, con enmiendas, se puede cambiar constantemente). La propia congresista herida se ha declarado a favor del derecho de tenencia de armas. Pero lo cierto es que, cada vez que se produce una de estas matanzas indiscriminadas (un fenómeno que ya no afecta sólo a Estados Unidos, sino también a Europa) debe darse este debate. Y no sólo por el acceso a las armas de la población estadounidense, sino también en cuanto a la función de las armas en cualquier tipo de sociedad. Llamadme cursi o cosas por el estilo, pero, ¿no sería nuestra convivencia un poco más sencilla sin armas?
La otra reflexión me parece más aterradora. En Estados Unidos, desde la elección de Obama, al que hay quien considera un comunista (ejem), la política se ha crispado y polarizado mucho (algo que me recuerda a la crispación política que vivimos en este país desde 2004, año en que ganó Zapatero). La congresista que ha sufrido un disparo en la cabeza mientras realizaba un acto con ciudadanos de a pie y simpatizantes había sido objeto de ataques (su sede fue atacada tras la aprobación de la reforma sanitaria de Obama) sobre todo por su oposición a la Ley Antiinmigración de Arizona. Incluso su nombre aparecía en una lista negra con una diana, lista elaborada por Sarah Palin, la musa del Tea Party ultraderechista (y la cual ahora va repartiendo condolencias, cuando debería pedir perdón). Dicen que el asesino era un desequilibrado, y quizá sea verdad. Pero sin esos otros desequilibrados (me refiero a los del Tea Party), éste habría elegido a quien había elegido como víctima. Y en el tiroteo ha muerto un juez federal que ya estaba amenazado tras fallar una sentencia a favor de unos inmigrantes ilegales contra un ranchero de Arizona.
Cabría añadir otra reflexión: las víctimas inocentes. Víctimas que cometieron el delito de acudir a un acto de una congresista, de la congresista que habían reelegido democráticamente, mal que les pesase a algunos. Un hombre que murió protegiendo a su mujer; una niña de nueve años que, ironías macabras del destino, había nacido el 11 de septiembre de 2001. Y de repente, las balas comenzaron a silbar.

Bowling for Virginia, Bowling for Europa, Más matanzas.

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