Ocurrió en Ròtova (Valencia) a principios de este mes. Un joven de la comisión de fiestas, supuestamente (digo "supuestamente" porque no ha quedado claro si lo hizo él o no), rompió y pisoteó una hostia. El párroco, ni corto ni perezoso, al enterarse, le pegó una bofetada que fue respondida con otro golpe por el joven. El párroco acabó echando a patadas al joven de la iglesia mientras le gritaba: "¡Sacrílego!". En una misa posterior, el sacerdote pidió perdón por su actitud.
Es cierto que la actitud del joven (o de la persona que hizo lo de romper la hostia) no es justificable. Si no crees en Dios o en los Sacramentos, no entres en la Iglesia, no asistas a misa o no vayas a comulgar. Pero la actitud del cura tampoco es la más ejemplarizante, sobre todo cuando ellos predican lo de poner la otra mejilla.
El cura se justificó diciendo que el amor que tiene por la Eucaristía supera al que tiene a sus padres. Yo creo que debería revisar sus prioridades. Hay otras formas de reaccionar, más sosegadas, si alguien rompe y pisotea un trozo de pan.
viernes, 17 de septiembre de 2010
Predicar con el ejemplo
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