Lo que odio

Odio la hipocresía navideña. Odio que nos tengamos que reunir toda la familia cuando la mitad nos clavamos puñaladas mutuamente. Odio a unos tíos míos que se creen superiores al resto del mundo. Odio a otra parte de mi familia cuyo deporte nacional es el chismorreo y que ganarían un concurso de metomentodo. Odio a un tío mío, facha al "estilo Blas Piñar" (la comparación no es mía), que opina que todos los únicos ladrones son los socialistas (vaya, no sabía que Camps había cambiado de siglas) y que los de Navarra somos todos de la ETA (eso lo llamo yo analfabetismo cultural). Odio a casi toda mi familia (y me da igual que haya gente de mi pueblo leyendo). Creo que a los únicas que soporto son a las hijas e hijo de mis primas, y creo que es porque no superan los diez años de edad. Odio tener que llamar a mi padre para felicitarle la Navidad y fingir que no le odio y que le tengo cariño. Odio tener que ir con mi madre a la Misa del Gallo para fingir, delante de todo el pueblo, que sigo siendo un chico formal ("Una vez al año no hace daño", dice mi madre; pues sí, hace mucho daño).
En definitiva, odio eso que llaman fiesta de Navidad.