miércoles, 22 de diciembre de 2010

La Ley Sinde, los políticos, la piratería, el negocio e Internet

La ley antidescargas incluida dentro de la Ley de Economía Sostenible, apodada Ley Sinde (aunque los verdaderos ideólogos, tal como demostró Wikileaks, fueron los Estados Unidos), fue finalmente rechazada. Ningún partido político, a excepción del PSOE, votó a favor. Un rechazo logrado gracias a la presión ejercida por Internet (¿véis como cuando nos unimos se logran cosas?). Aunque no nos felicitemos tan pronto. La ley acabará aprobándose algún día. Quizá lo haga el PP cuando gobierne; al fin y al cabo, ellos ya aprobaron en 2000 el canon digital. Y además, en Europa existen leyes más restrictivas con respecto a este asunto.
Yo, personalmente, estoy en contra de la ley... hasta cierto punto. Y no es que me quiera mostrar neutral o no me quiera mojar (joer, que nos hemos acostumbrado a polarizar tanto los asuntos que lo vemos todo blanco o negro). Me mosqueaba lo de cerrar las páginas en tan poco tiempo por requerimiento del ministerio. Aunque lo de compararlo con la libertad de expresión o el asunto Wikileaks ya es pasarse cuatro pueblos, es posible que en un futuro esa ley pudiera servir de excusa para cerrar otras páginas que no fueran de descargas. Pero también estoy a favor de que se actúe contra esas páginas.
Y la forma de actuar, creo yo, sería que la industria cultural se adaptase a Internet. Primero, rebajando los precios a uno razonable. Después, creando un mercado legal de descargas (evidentemente, también a un precio razonable). Y ya, por último, permitiendo que cada artista gestione sus derechos de autor y su obra como le venga en gana.
En este país, aparte de la polarización, tenemos otra costumbre: lo queremos todo gratis. Y eso no puede ser. Me gustaría conducir Mercedes y vivir en una mansión de veinte habitaciones. Pero no por ello me dedico a robarlos. Por la misma razón, no me dedico a robar películas o canciones. Porque descargárselas de forma gratuita es robar, desde el mismo momento que impides que alguien, que ha invertido dinero en esa obra, obtenga un beneficio. En cualquier caso, ya he dejado claro lo que pienso sobre los precios.
En fin, los tiempos cambian y hay que adaptarse a ellos. La forma de hacer negocio, de exponer una obra y de promocionarla no deben ser ajenos al cambio. Porque sino, corremos el riesgo de no acabar nunca con el problema.

2 comentarios:

Jorge Arbenz dijo...

Muy de acuerdo con el post. Lo suscribo.
Salut i República!

Kurtz dijo...

Muchas gracias.
Salut i República.