Reflexiones una vez en casa

Unas horas antes de escribir estas líneas he regresado a Valencia, que me ha recibido con una preciosa lluvia. No hay nada cómo estar al lado de los que menos tienen para cambiar la percepción que uno tiene del mundo y de su propia vida. Quizá mis circunstancias personales (que algunos conocéis y que quizá algún día comente en este blog) son las que han convertido este viaje a Guatemala en algo especial. En esta ocasión no me limité sólo a ayudar a otros; también tuve tiempo de ayudarme, de reflexionar sobre mí mismo (lo siento si está quedando demasiado pasteloso). Ojalá llegue un día en que no hagan falta este tipo de viajes. Ojalá llegue el día en que los viajes sólo se hagan por placer. Pero no hay voluntad. Aun así, la experiencia siempre resulta gratificante.
Y una vez en casa, informándome a través de vuestros blogs de cómo ha ido la semana en que he estado fuera, descubro una vez más que el mundo no se ha detenido porque yo me haya ido. La Justicia en nuestra civilizada sociedad sigue siendo una puta mierda (se confirma la sanción leve al juez Tirado, nueva sentencia a favor de la destrucción del Cabanyal...); la Iglesia sigue cargando contra el Gobierno utilizando como excusa las familias; a la COPE les jode que William Petersen (Grissom en CSI: Las Vegas) felicite las Navidades y cante en euskera; las mujeres siguen muriendo a manos de sus parejas o ex parejas; Israel, que parece que aprendió mucho de los nazis, continúa con el genocidio del pueblo palestino, ante la indiferencia de la comunidad internacional que sólo se dedica a condenarlo... En fin, nada nuevo y nada esperanzador ante el próximo año.
Pero después recuerdo los agradecimientos de los padres y profesores y de la sonrisa de los niños antes de nuestra despedida en Guatemala. Y me siento mucho mejor.