lunes, 27 de abril de 2015
Borregos que se creen lo que les cuentan del accidente de Germanwings
No falla. Cada vez que ocurre un desastre que conmociona, especialmente a la memoria colectiva occidental, aparecen las teorías de conspiración vinculadas a dicho desastre. Es una constante que, desde los atentados del 11 de septiembre, se ha convertido en una tradición. Da igual que hablemos de atentados, accidentes o catástrofes naturales. Casi estoy deseando saber con qué conspiranoia, digna de la mejor película de James Bond, nos sorprenderán los conspiranoicos en relación al terremoto de Nepal. El último caso susceptible de convertirse en una conspiranoia ha sido el accidente del vuelo de Germanwings en los Alpes franceses. Alrededor del mismo han surgido diferentes teorías conspiranoicas, siendo la más popular la que dice que fue derribado por un láser que la OTAN probaba como arma.
Siempre me ha llamado la atención cómo se expanden tan rápido estas teorías alternativas, que en muchos casos no tienen ningún fundamento. En ocasiones se basan en errores de interpretación de imágenes (los supuestos actores amputados de la maratón de Boston, los espejos que cambiaban de color en el coche de los terroristas del Charlie Hebdo...). Pero hoy en día, con la sobreinformación que padecemos (algo igual de malo que la infrainformación), estas teorías prácticamente han recorrido el mundo nada más nacer.
Muchas veces, los creyentes en este tipo de teorías se creen en posesión de una verdad única que nadie más conoce. A todos aquellos que no creen en estas teorías, o que las refutan, se les tacha de borregos que solo creen lo que otros (generalmente los oficialistas) dicen. Eso cuando no se les tacha de colaboracionistas con el imperialismo estadounidense o de estar pagados por él.
Pero lo cierto es que los que se creen estas teorías tampoco se paran a mirar de dónde viene la "información". Las teorías alternativas sobre el accidente del Germanwings han recorrido toda Internet en las últimas semanas. Mucha gente las colgaba en sus perfiles de Facebook como si fueran verdades reveladas. Están tan deseosos de creer otras cosas que no se paran a penar en lo que están difundiendo. Recuerdo cuando un avión de Malasian Airlines fue derribado en Ucrania, en una zona de guerra. Al instante saltó la noticia de que entre el pasaje había científicos expertos en SIDA y Ébola. Ya teníamos conspiración. Alguien (las farmacéuticas y Estados Unidos) querían matar a esos científicos. Al parecer, no existía una manera más sencilla ni discreta o, al menos, que pareciera un accidente. Hoy, los conspiranoicos dicen que el vuelo de Germanwings fue desintegrado en pleno vuelo por un láser militar de la OTAN.
Antiguamente, los voceros iban por la calle gritando sus paranoias a los cuatro vientos. Hoy lo hacen con un teclado. Y llegan a más gente. Y adquieren más seguidores. Además, vivimos una época de miedos inflamados y de descreimiento con todo lo que huela a oficial.
Mi conclusión es que la nueva religión es la conspiranoia. Que hay gente deseosa de creer, que cuando se produce un desastre de estas proporciones el mundo vuelva a encajar. Hay gente que toma por lema el "I want to believe" de Fox Mulder y Expediente X. Dudar esta bien. Es sano. Yo también lo hago. Pero incluso en la duda hay que poner sentido común y buen juicio. incluso de la duda hay que dudar. Pero bueno, qué sabré yo. Seguro que más de uno ha dejado de leer en el segundo párrafo y me considera un agente del mal y el imperialismo yanqui.
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