Los problemas de los amigos de Zaplana

Los que en su día apoyaron y siguen apoyando a Zaplana dentro del PP valenciano (los comúnmente conocido como zaplanistas) las están pasando canutas. La guerra interna entre los partidarios de Zaplana (los ya mencionados zaplanistas) y los seguidores de Camps (o campsistas) es, desde hace un tiempo, un hecho que ni el mísmisimo Rajoy puede detener (él apoya a Camps, pero el otro líder del PP, Jiménez Losantos, apoya a Zaplana por su "centrismo"). Y en ese rifirrafe interno, seguidores de uno y otro caen como moscas.
Una de las últimas víctimas de esta guerra ha sido Pedro Martínez, despedido del cargo que ocupaba desde 1995, por Jose Joaquín Ripoll, presidente de la Diputación de Alicante. ¿Quién era el tal Pedro Martínez? Era el asesor de la Corporación Provincial de Bomberos. Pero lo relevante es que era (y es) el marido de Maruja Sánchez, la tránsfuga socialista que permitió en 1991 que Zaplana alcanzase la alcaldía de Benidorm, pudiendo hoy todavía vivir de las rentas de su traición (actualmente ella es asesora de Cultura, pero bien podría vivir a cuerpo de rey sin hacer nada, porque dinero no le falta dieciséis años después).
Aunque Ripoll no ha comentado nada sobre el asunto, Pedro Martínez dijo que "no me han dado ninguna explicación. Creo que después de 12 años merecía algo más (...) No sé si hay un trasfondo político en la decisión de no renovarme el contrato. Soy un profesional, no un político".

Otro amigo de Zaplana con problemas (otro tipo de problemas) es Antonio Rincón. Este ingeniero fue reclamado por Terra Mítica para dirigir las obras y poner orden en el centenar de empresas contratadas para construir dicho parque. Ocupó el cargo desde marzo de 1999 hasta septiembre de 2000. Pues bien, el nombrado ha reconocido ante el juez (en julio de 2006) que firmó centenares de facturas sin leerlas. "Me ponían facturas en carpetones y cuando podía las firmaba (...) Para mí el sello de gerencia y el de contratación eran suficientes". Firmaba como "quien firma autógrafos". El sujeto no comprobaba si el trabajo se había realizado e ignoraba la procedencia de los proveedores. ¿Resultado? 4,4 millones de euros defraudados a Hacienda a través de facturas falsas, llegando a pagar por obras que no se realizaban o incluso pagando cuatro veces a una empresa por la misma obra por la que otra empresa cobraba un precio más "normal".

En fin, con amigos como estos, no hace falta que nadie me diga la profesión de Zaplana.