Ñ

Me alegro de que, por fin, la Ñ (entre otras grafías propias del castellano, catalán, gallego y euskera) haya encontrado su huequecito en Internet y haya sido reconocida.
Cuando empecé a descubrir esto de Internet (hará cinco o seis años; siempre llego con retraso a todo), me extrañó que la Ñ no estuviese reconocida.
Que difícil era buscar páginas de contenido sexual escribiendo en el buscador la palabra cono. A uno le daban ganas de exclamar: "Estoy hasta el mono de que me salgan páginas de geometría básica". Y acababa mordiéndome las unas.
Claro que no era lo único. Si querías quedar con los amigos tenía que ser para tomar unas canas (y lo de ir a pescar con canas...). Existía la opción de una escapadita al monte y acabar contemplando a las cabras saltar de pena en pena (En Gibraltar hay una pena enorme llamada penón). Y no hablemos si quedamos en la montana; podíamos acabar en Estados Unidos.
En plan sanitario, los dentistas podían sacarte uno o más pinos (según como anduvieses de caries).
Los políticos nos soltaban un mitin mientras realizaban la campana (por cierto, más de uno se habrá quedado contentísimo ahora que ya no tiene que escribir "¡Espana, cono!")
A los bebés se les ponía un panal (y lo mal que debían pasarlo los pobrecitos).
La denominación coloquial de los aragoneses sería manos.
Además, cada 365 días celebraríamos que ya tenemos un ano más (lo que faltaba).
Y por las noches (algunos durante el día) sonábamos (ojalá los sonidos de algunos, despiertos o dormidos, se solucionasen con el cambio de letras de una palabra).
No nos olvidemos de la propia letra Ñ, obligada a llamarse ene.

Por cierto, los primeros dominios en solicitar la letra Ñ lo han hecho para palabras como Iñaki (antes Inaki), Caña (antes cana) y "acompañantes" (antes acompanantes; y que cada uno deduzca por qué he entrecomillado "acompañantes").