Partido Popular (PP) - 16 escaños.
Partido Socialista Obrero Español (PSOE) - 14 escaños.
La Izquierda Plural - 6 escaños.
Podemos - 5 escaños.
Unión Progreso y Democracia (UPyD) - 4 escaños.
Coalición Por Europa (CEU) - 3 escaños.
L'Esquerra Pel Dret a Decidir (EPDD) - 2 escaños.
Ciudadanos - 2 escaños.
Los Pueblos Deciden (LPD) - 1 escaño.
Primavera Europea - 1 escaño.
Ayer se celebraron elecciones europeas y tras los comicios, un potente terremoto ha recorrido la Unión. Ha quedado de manifiesto en toda la Unión Europea que los ciudadanos están hartos de la falta de ideas y de salidas y de esta unión europea.
En muchos países, como Reino Unido, Austria, Dinamarca o Francia (sorprendente este último, a mi parecer) han triunfado los partidos ultraderechistas, xenófobos y antieuropeístas.
En España, en cambio, este fenómeno no se ha vivido. Si bien partidos como Falange de las JONS o Democracia Nacional han doblado el número de votos con respecto a las anteriores elecciones, siguen siendo partidos marginales. Tal vez porque el ultraderechismo español está representado en partidos como el PP o Vox, aunque de momento no llegan a los extremos del Frente Nacional francés.
En España, el descontento se ha representado en primer lugar en la abstención, que ha superado el 54%. Pero los que fueron a votar tampoco iban muy contentos con los partidos tradicionales del poder. Tanto PP como PSOE sufren una fuerte caída. El PP se deja por el camino ocho eurodiputados y el PSOE se deja nueve. Una caída muy importante que certifica que el bipartidismo está herido. Ojalá sea rematado en las próximas elecciones. Si bien estamos hablando de unas europeas, que no son lo mismo que unas generales o unas autonómicas o unas municipales (de hecho, ayer las provincias que registraron una mayor abstención eran las provincias donde gobernaba el PP, dato curioso), podemos estar asistiendo al final del bipartidismo.
Ante este presumible final, surgen con fuerza nuevas opciones. La más sorprendente ha sido la de Podemos. Este partido nació hace cuatro meses y, sin apenas apoyo institucional ni publicitario, ha conseguido hacerse con cinco eurodiputados, superando a otros partidos que llevan ya algunos años intentando convencernos de que son la alternativa, como es el caso de UPyD, que se queda en cuatro. Pablo Iglesias, el líder de Podemos, se ha convertido en una opción ilusionante y, aunque no voté por él, espero que no haga añicos esa ilusión y nos haga creer que otra política es posible, que de candidatos ilusionantes convertidos en ranas ya estamos sobrados.
También es destacable la irrupción de las coaliciones nacionalistas. En el País Vasco el PNV, aunque pierde votos, vuelve a ser el partido más votado. En Cataluña, el liderazgo se lo lleva Esquerra Republicana de Catalunya. En ambas comunidades, PP y PSOE se hunden irremediablemente. En Navarra, por cierto, el PSOE también se hunde en su propio lodo, fruto de haber apoyado durante todos estos años a la derecha navarra.
No le ha ido tampoco mal a Ciudadanos, convertido ahora en partido nacional, y que se lleva dos escaños. Y Primavera Europea, coalición liderada por Compromís y Chunta Aragonesista, entre otros, también irrumpe con un escaño. Veremos si de aquí a un año, Compromís consigue mantener el tirón que tiene desde hace algunos años, para conseguir arrebatar el poder que desde hace más de veinte años ejerce el PP en la Comunidad Valenciana. Su representación en Europa puede ser una buena clave.
En definitiva, las elecciones de ayer sirvieron para medir el descontento de la población con los que se mantienen en el poder. Y ese descontento se tradujo en una patada europea al bipartidismo. El PP ganó las elecciones, como era previsible, pero el resultado fue tan amargo que no hubo celebración y su candidato posó ante los fotógrafos con los brazos en alto y con cara de "¿qué ha pasado aquí?". En el PSOE, por fin Rubalcaba hará las maletas. Pero lo cierto es que ya no importan ni PP ni PSOE. Ahora lo deseable sería que Izquierda Unida y Podemos formaran un potente bloque que termine de arrasar el bipartidismo. Ayer se demostró que se podía. Solo era cuestión de creérselo. Aún queda mucho camino por delante pero la primera piedra ya está puesto. Sigamos adelante.
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