Turismo de riesgo

Los estadounidenses, muy paranoicos ellos, empiezan a pensar que sólo entre sus fronteras están protegidos. Este pensamiento se ha trasladado al cine: en las dos partes de Hostel, sus jóvenes protagonistas son torturados hasta la muerte en Eslovaquia y, próximamente, se estrenará Turistas, en la que otro grupo de jóvenes estadounidenses se enfrentarán a una pesadilla en Brasil. Pero, ¿esta paranoia puede llegar a ser real?

Desde el 11 de septiembre los aeropuertos y aviones se han transformado en objetivos sensibles de los terroristas. Unos meses después del fatídico atentado, un terrorista trató de volar un avión con una bomba oculta en un zapato. El año pasado, Reino Unido destapó un complot para hacer estallar seis aviones en pleno vuelo entre Estados Unidos y Reino Unido. Hace unos meses se desarticuló una célula que pretendía atentar contra la tubería que abastece de combustible el aeropuerto JFK de Nueva York. Este verano, dos aeropuertos se han visto amenazados: el de Ibiza, por un falsa amenaza de bomba de ETA y el de Glasgow, cuando dos individuos lanzaron contra una de sus terminales un coche en llamas.

Ayer murieron siete turistas españoles (cuatro catalanes, dos vascos y una burgalesa). No fue en un aeropuerto. Fue mientras visitaban un templo en Yemen. Un terrorista suicida se lanzó contra ellos. Junto a los españoles murieron dos yemeníes, que guiaban al grupo, y el terrorista. El único delito de los turistas fue viajar a aquel país. Malos tiempos para la industria turística, sea cual sea el país. Al final, incluso los turistas tendremos que llevar inhibidores de frecuencias.