lunes, 30 de septiembre de 2013

Extraño encuentro en El Cabanyal

Lo que voy a relatar a continuación me ocurrió hace unos días. Fue algo muy extraño, la verdad.

Había quedado con una persona en la playa de la Malvarrosa, en Valencia. No sé por qué no cogí el metro para ir hasta allí; supongo que ese día me dieron pereza los transbordos que hubiera tenido que hacer. Así pues, cogí el autobús. Pero el que me dejaba más cerca, lo hacía en la avenida Blasco Ibáñez. No pasaba nada, de allí podía ir en línea recta hasta la playa, atravesando El Cabanyal. Así pues, ahí me encontraba yo, atravesando El Cabanyal.
Sucedió entonces que, caminando por una calle estrecha que desemboca en un parque infantil, detrás de mí, en una calle transversal, un coche había parado y pitó. Yo me giré, pero a no reconocer a nadie, no di mayor importancia. Hasta que desde el coche me llamaron la atención y me pidieron que me acercara. A pesar de que tenía que desandar unos metros para acercarme al coche, decidí corresponder; tal vez fuera gente que quería preguntarme alguna dirección, aunque yo no era del barrio.
Pero conforme iba acercándome al coche, me entró más mal rollo. Dentro del coche, azul oscuro, había cuatro personas que rondarían la treintena de edad: una mujer al volante, un hombre en el asiento del copiloto y dos hombres más sentados detrás. Mi imaginación se disparó y pensé que quizá este grupo de personas en realidad querían comprar droga y me habían confundido con un camello (uno ha oído tantas historias sobre El Cabanyal; además, mis pintas con barba de una semana y mochila a la espalda tampoco ayudaban a pensar bien).
-¿Sí? -pregunto cuando llego al coche.
-¿Eres de por aquí? -pregunta la chica.
-La verdad es que no.
-¿Y qué haces por aquí?
Antes de que yo conteste, uno de los de atrás dijo:
-Caminar.
Yo hice un gesto en plan de "Pues sí", aunque por dentro estaba pensando: "¿Y a vosotros qué más os importa?"
La mujer saca un bolso y empieza a escarbar. Yo pienso: "Vale, ahora sacará un billete y me pedirá alguna droga". Ella saca una cartera, la abre, y me muestra una placa de la Policía Nacional.
La verdad es que había notado bastante presencia policial. Desde mi entrada en El Cabanyal me había cruzado con dos coches de la Policía Local. Pero no esperaba encontrarme un coche camuflado de la Nacional.
-Mira esto -me dijo la mujer.
-Sí. ¿Y qué?
La respuesta me salió del alma, más que nada porque me estaba impacientando porque todavía no me habían dicho el porqué me habían hecho darme la vuelta.
-Nada -me dijo la mujer-. Solo estamos identificándote. Tú no tienes que responder "¿Y qué?"
En ese momento me cagué (no literalmente). Y es que resulta que me había dejado el DNI en casa, ya que ese día me había cambiado los pantalones y no me había acordado de cogerlo.
-¿Estás de paso? -me pregunta uno de los hombres de atrás.
-Sí. Iba a la playa.
-Está bien -dice la mujer-. Circule.

Ahí quedó toda la experiencia. La verdad es que he tenido otros encontronazos con la policía, pero ninguno ha sido tan extraño como el de aquel día. Comentándolo con gente del barrio, he descubierto que, al parecer, la policía se dedica a acercarse a gente que pasea por el barrio, en especial turistas y extranjeros para advertirles del "peligro" que corren y animarles a abandonar el barrio. Es otra de las estrategias de degradación y aislamiento contra el barrio. En este enlace se puede encontrar un ejemplo, también en primera persona.

2 comentarios:

Ana A dijo...

Lo que te ha pasado me parece impresentable propio de un estado semipolicial o policial, amedrentar a los paseantes para alejarlos de una zona porque hay intereses de políticos en juego no es de recibo. No hay obligación de llevar el DNI encima, no es ningún delito, no entiendo el miedo. Hoy en día se puede comprobar con decirlo si acaso te lo preguntan

Kurtz dijo...

Lo del DNI viene por experiencias pasadas que he tenido similares a ésta (aunque repito que nunca tan surrealistas).