El incidente diplomático de los últimos días en Melilla ha demostrado, una vez más, las diferentes formas de hacer política entre el PP y el PSOE. Mientras el PP ha buscado la confrontación, el PSOE ha buscado la solución diplomática. Los resultados están ahí. No hay bloqueo, y Rubalcaba se reunirá el lunes con su homólogo marroquí para tratar la cuestión.
El PP seguramente añoraba otra resolución "diplomática" al estilo Perejil. No se dan cuenta que así sólo le siguen el juego a Mohamed VI, quien cada vez que tiene algo que cubrir en su país, agita la marroquidad de Ceuta y Melilla.
La solución del Gobierno central al conflicto se ha visto como la más efectiva, mientras el PP se ha mostrado como lo que es: un partido que, cual ave de rapiña, intenta echar gasolina en cualquier fuego para arañar un puñado de votos (en una ciudad autónoma en la cual, en el pasado, ya se dieron irregularidades en el voto por correo, por cierto).
Además, hemos podido ver de nuevo al oportunista de Aznar avivando esos fuegos. Aznar tiene la cualidad de que, diplomáticamente, siempre está donde no debe. Nunca en sus años de presidente había visitado Melilla, salvo en un par de ocasiones para realizar mítines de campaña. Y ahora, de repente, descubre Melilla. Claro que es un ciudadano español que puede viajar a cualquier punto de España que le apetezca. Pero no es un ciudadano cualquiera. Diplomáticamente, no queda bien que en pleno conflicto acudan políticos importantes (y con esto me refiero desde ex presidentes hasta el propio rey, pasando por los miembros del Gobierno). Pero claro, algunos entienden por diplomacia sacar los helicópteros militares al alba con viento de levante.
En última instancia, el conflicto de Melilla también viene a demostrar una cosa sobre la que hablé hace algunos días: la estupidez que suponen las fronteras.
viernes, 20 de agosto de 2010
La cruzada sobre Melilla
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario