Sólo los honrados son condenados

Hace unos días estuve viendo la película Breaking and entering. En esta película, un detective de la policía le decía a un arquitecto cuya oficina acaba de ser desvalijada: "Existen dos tipos de Justicia: Si usted o yo cometemos un delito, podremos pagarnos un buen abogado. Los tipos que han hecho esto [refiriéndose al robo de la oficina] irán a la cárcel directamente". Y es verdad: existen dos tipos de Justicia. Y a veces pagan hasta los honrados.

Juan Rodergo (el hombre de la foto) es un ciudadano anónimo. Tiene 66 años. Trabajaba en el sector de la construcción hasta que hace seis meses se quedó en paro. Su única fuente de ingreso son los 425 euros del subsidio, pero no llega ni a principios de mes. Tiene dos préstamos de 200 euros que se agotan en seguida, y una deuda de 150 euros, por la que le han cortado el agua, lo que impide que se pueda duchar o que pueda cocinar. Para intentar ganar algo de dinero, se dedica a recoger espárragos y caracoles que vende a 3 euros el manojo y 4 euros el kilo. Sus clientes son bares y restaurantes, aunque también vende a gente por la calle si se lo piden. Con el comienzo de las mascletàs de Fallas tuvo una idea: acercarse a las inmediaciones de la plaza del Ayuntamiento para vender treinta manojos de espárragos que había estado cogiendo durante tres días. Si los vendía todos, recogería 60 euros.

Pero resulta que la venta ambulante sin licencia está prohibida en Valencia. La policía local detuvo a este hombre, al que le requisaron sus espárragos, y le impusieron una multa de 1.500 euros, multa que evidentemente no puede pagar.
Este caso, por cierto, tiene precedentes bastante similares. Mientras personas que intentan ganarse la vida honradamente son multadas por ello, otros que se ganan la vida robando a cuatro manos (empezando por el señor de los trajes y la señora de los bolsos) siguen campando a sus anchas y riéndose en nuestras jetas. Es indignante, simplemente. Casi se avergüenza uno de pertenecer a la raza humana.