El pasado martes leí la columna de Rosa Montero en El País, titulada Mi héroe. En ella, hablaba de un político belga, llamado Yves Lemerte, nuevo primer ministro del país que, abordado por un periodista que le pidió que cantase el himno del país, se puso a cantar La Marsellesa. En un principio, Rosa Montero alabó al político por el gesto tan antipatriotero de cantar el himno, pero después lo reprendió por sucesos como el famoso reportaje sobre la secesión de una región belga. Sin embargo, lo alabó frente a los gestos patrioteros de los nacionalistas españoles y se imaginó una España en la que los castellanos cantaran el Eusko Gudariak, los vascos tararearan el himno español, los andaluces hicieran lo propio con Els Segadors y los catalanes entonasen el Asturias, patria querida.
Sin duda, esa sería una España perfecta. Por eso, aunque entiendo el gesto de obligar a colocar las banderas españolas en los edificios públicos vascos, no lo comparto.
jueves, 2 de agosto de 2007
Dichosas banderitas
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2 comentarios:
yo es que como lo de las banderas es un tema que me la refanfinfla no tengo opinión. alucino que el símbolo de un país, estado, comunidad o ciudad se encierre en ese trozo de tela. en fin, cada loco con su tema, unos por no querer colgarla y otros por obligarles a hacerlo. sinceramente, me parecen igual de gilipollas unos y otros!
Yo tampoco entiendo porque es más español alguien que exhibe una bandera española o canta el himno que uno que no exhibe esos símbolos.
Un amigo me decía: "Si a esos que llevan un símbolo español colgado en la camisa, se lo quitas, ¿dejan de ser españoles?"
La respuesta, evidentemente, es no.
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