Desde hace tiempo, se viene hablando del dinero que el Gobierno valenciano debe a la universidad pública. También de la marginación a la que es sometido, ya que el presidente Camps es más partidario de la universidad privada y católica (y no lo disimula) que de la pública.
Quizá se deba a que en la universidad pública aún queda gente capaz de pensar por sí misma, de ser crítica, y de no hacer seguidismo a los que gobiernan.
Hace unos días, más de seiscientos profesores de la Universitat de València pedían la dimisión del presidente de la Real Academia de Historia por la publicación del Diccionario Biográfico y por sus declaración sexistas en una entrevista.
Es sólo un ejemplo. Pero al menos, en alguna parte de la sociedad valenciana aún queda algo de dignidad. Y espero que dure mucho tiempo, Camps y el dinero mediantes.
lunes, 4 de julio de 2011
Eso lo explica (casi) todo
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