Que nadie piense que escribo al calor de los acontecimientos de ayer. Bueno, un poco sí. Ya empezamos mal cuando para declarar la inocencia del acusado se necesitan cinco votos, y para declararlo culpable se necesitan siete. Pero quiero analizar la figura del jurado popular en general.
En España, los jurados populares se empezaron a introducir en 1996. Desde entonces, algunas sentencias han sido bastante llamativas:
-En 1997, fue absuelto el etarra Mikel Otegi del cargo del asesinato de dos ertzainas dos años antes. Tras ser puesto en libertad, huyó. En 2004, el Constitucional ordenó repetir el juicio, y Francia lo extraditó en 2009.
-En 2001, otro jurado popular declaró a Dolores Vázquez culpable del asesinato de Rocío Wanninkhof en 1999, en un juicio plagado de irregularidades y en un ambiente de linchamiento contra la acusada. En 2003, era asesinada otra chica, Sonia Carabantes. La policía detuvo como autor del crimen a un ciudadano de origen británico, Tony Alexander King. Además, comprobó que las muestras de ADN coincidían con las del caso Wanninkhof. Tras diecisiete meses en prisión, Dolores Vázquez fue puesta en libertad.
-En 2009, fue absuelto por un jurado popular Jacobo Piñeiro, quien había asesinado a puñaladas (57 en dos tandas) a una pareja homosexual en Vigo. El jurado entendía que actuó en defensa propia y por el miedo a ser violado o muerto. Sólo se le condenó por el incendio que provocó posteriormente para borrar las huellas. En 2010 se repetiría el juicio y, esta vez sí, un jurado popular le condenaría por el doble asesinato.
-En 2011, un jurado popular absuelve a Luis Corominas, yerno del propietario de la joyería Tous, acusado del asesinato en 2006 de un ladrón en casa de sus suegros.
Son algunos casos que levantaron revuelo en la sociedad. Algunos eran casos bastante mediáticos.
Lo curioso es que no todos los casos se juzgan por jurado popular. No sé exactamente qué baremo se utiliza para que un caso se juzgue por jurado popular y otro no.
Sin embargo, ya digo a las claras que me parece un error que existan jurados populares. Y quienes me conocen pueden atestiguar que pienso así desde hace muchos años. ¿No existen ya jueces para juzgar a la gente? ¿Debe juzgar a alguien gente que no tiene ni idea de Justicia, ni de los resortes legales?
Y por otro lado, ¿cómo se elige a un grupo de personas que no estén ya condicionadas? En el caso de Mikel Otegi, fue juzgado en el País Vasco, en una época en que ETA aún estaba fuerte. Dolores Vázquez fue juzgada en medio de un clima de histeria contra ella. Y Camps ha sido juzgado en Valencia, una ciudad donde se vota mayoritariamente al PP, y en una sala llena de miembros (algunos tan conocidos como Rita Barberá, Sonia Castedo o Alfonso Rus) de su partido. Y para redondear el esperpento, la zona en la que se encontraba el hotel donde se alojaba el jurado era frecuentada por esos mismos apoyos, ya que enfrente vivía el propio Camps.
Se dice que los jurados populares vienen bien porque así se aporta algo de sentido común (precisamente porque esas personas no tienen la mente contaminada con términos legales, que cada uno lo entienda si puede) y que todos, juez y jurado, no pueden equivocarse. Teniendo en cuenta que cinco personas votaron a favor de la inocencia de Camps y Costa y cuatro en contra, ¿quiere decir que en el jurado había cuatro personas equivocadas? Y a veces, no siempre la mayoría tiene razón. ¿Se equivocaban entonces los cinco que lo han absuelto? Y en el caso de Jacobo Piñeiro, por ejemplo, ¿estaba equivocado el primer jurado popular o el segundo?
En definitiva, creo que si la función de un juez es juzgar a las personas, la figura del jurado popular sobra. Igual que no hay gente que realice otros trabajos (excepto si necesita pluriemplearse por motivos económicos), la gente no debería ejercer como juez, excepto si ese es su trabajo.
jueves, 26 de enero de 2012
Los jurados populares, ¿una forma justa de administrar Justicia?
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