Este es el testimonio real de un amigo mío que trabaja como fotógrafo. No he querido dar su nombre para preservar su intimidad:
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Suelen contar que a todos los fotógrafos nos persigue una imagen que se incrusta en lo más hondo de los remordimientos. La historia de Kevin Carter, el fotógrafo que ganó el Pulitzer en 1994 por la imagen de una niña moribunda junto a un buitre (fotografía que dicen, fue el catalizador de su suicidio, aunque la historia se ha alimentado en exceso) es un buen ejemplo.
Hace unos días decidí realizar un reportaje fotográfico por cuenta propia sobre los barrios de Valencia. Y decidí comenzar por El Cabanyal, un barrio que últimamente ha estado en boca de todo el mundo. Durante tres días estuve recorriendo algunas de las calles del barrio. Me llamaba la atención la cantidad de balcones con pancartas en las que se leía "Rehabilitació sense destrucció" (Rehabilitación sin destrucción). Algunos pocos balcones se adornaban con otras pancartas en las que se leía "Els veïns del Cabanyal SÍ VOLEM la prolongació de Blasco Ibáñez" (Los vecinos del Cabanyal sí queremos la prolongación de Blasco Ibáñez). Mientras las primeras se concentraban en los lugares afectados por la prolongación de la avenida Blasco Ibáñez y degradados, las segundas se concentraban en zonas no afectadas por la prolongación y no tan degradadas.
Existen dos Cabanyales, aunque no se quiera admitir. Por un lado están las zonas no afectadas por la prolongación de Blasco Ibáñez, zonas no tan deprimidas ni degradas (aunque lo están). Después están las zonas degradadas. Son focos de marginalidad y, como es lógico, nidos de delincuencia. Es lo que tiene la marginalidad. En algunos puntos hay casas medio derruidas, en otros solares, algunos rehabilitados como improvisados aparcamientos (solares sobre los que simplemente se ha colocado una capa de asfalto) y otros directamente abandonados, siendo criaderos de malas hierbas, ratas y otros animales igual de asquerosos, llenos de escombros y sin vallar adecuadamente. Muchas casas de estas zonas son ocupadas de forma ilegal por familias numerosas de gitanos que viven en esa marginalidad de la que antes hablaba. Algunas casas tienen las puertas y ventanas tapiadas, pero eso no impide que se abra un agujero en la pared para poder ocuparla. En otras casas, aguantan valientemente sus propietarios. Se habla de vecinos que salieron un día de sus casas y, al volver, se encontraron con que su casa había sido expropiada por el ayuntamiento y con las ventanas y puertas tapiadas.
Mientras iba tomando fotos de todo aquel panorama (que incluso asemejaba a las ruinas de una ciudad bombardeada en una guerra) me preguntaba por qué el ayuntamiento dejaba que este barrio se degradase. Porque El Cabanyal merece ser salvado. Hay edificios de un exquisito gusto artístico y arquitectónico en sus fachadas. Y perder eso, sería perder parte de nuestra identidad como valencianos y valencianas. Pero esos edificios tan gustosamente decorados conviven con edificios que caen a pedazos. ¿Por qué permitir esa degradación y esa marginalidad?
Ayer se cumplía mi cuarto día de visita al barrio y decidí tomar algunas imágenes desde el paseo marítimo. Después me interné en el barrio, pero esta vez por uno de sus límites. Me encontraba en unas calles que parecían "normales". Nadie diría que estamos en El Cabanyal, del que existe esa imagen de barrio degradado. Bordeo un muro detrás del que se oye el sonido de niños jugando. Quizá sea el patio de un colegio. Más adelante veo a una mujer sentada en el bordillo de la acera. Al principio me dio la sensación de que estaba cambiando la rueda del coche junto al que estaba sentada. Incluso sopesé el ayudarla (y eso que no tengo idea de cambiar ruedas). Pero entonces me di cuenta de que la mujer estaba descalza. En sus pies tenía varias heridas, como arañazos algo más anchos. Moscas zumbaban a su alrededor. En una de sus manos, la mujer sostenía una jeringuilla. Buscaba dónde clavársela en el pie. Le tengo un pánico atroz a las jeringuilla. Ese pánico me invadió y pasé de largo (no fui el único, la verdad). Pasé de largo como si no hubiera visto nada. Ni siquiera hice ademán de levantar la cámara. Pasé. Simplemente me fui de allí. Ni siquiera llamé a las autoridades. Posiblemente mañana, o dentro de una semana o dentro de un año habrá muerto, de sobredosis o en alguna reyerta por un par de euros. Y yo habré contribuido a esa desgracia. Esa será la imagen que me perseguirá en forma de remordimiento. Y ni siquiera es una fotografía. Tardaré años en poder mirarme en un espejo. Lo digo con todo el arrepentimiento del mundo.
¿Por qué nadie soluciona lo del Cabanyal? Los políticos porque nunca solucionan nada. Y los ciudadanos porque volvemos la mirada. Preferimos ignorar que ver la realidad. Dolorosamente lo he podido comprobar por mí mismo.
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jueves, 7 de octubre de 2010
¿Por qué nadie hace nada por El Cabanyal?
Firmado por Kurtz a las 23:23
Categoría: Testimonios
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6 comentarios:
No entraré, ahora, en el tema de la actitud del fotógrafo en El Cabanyal, o de cualquier otro fotoperiodista en cualquier otro lugar y porque actúan de una manera y no de otra.
Sobre el porqué de no actuar en El Cabanyal, tengo la respuesta: dinero. Los que quieren especular con el barrio en lugar de dignificarlo, tienen más dinero que nadie, y el dinero es un adversario practicamente invencible. Esa es la única realidad y no sé sí merece la pena prolongar el debate.
Como diría vuestra Rita:
"Vive Dios que el Cabanyal no renta".
Saludos progresistas de Madrid.
Respecto a tu amigo, dile que no se preocupe, todos nos amilanamos en algún momento, eso no implica que seamos cobardes o faltos de sentimientos.
Y acerca del Cabanyal, lo has dicho en varios de tus post, se lo deja degradar porque su degradación es un argumento más para su derribo.
Un abrazo.
Jorge Arbenz: Buena respuesta. Aunque creo que el debate debe seguir prolongándose mientras las cosas sigan igual (o yendo a peor) y los de siempre sigan instalados en su "razón".
Marcos: Sí, esas palabras describen a la perfección su pensamiento en este tema.
Saludos progresistas.
Sergio: Hay cosas que no cambian, desde luego.
Un abrazo.
Esta misma mañana estaba yo haciendo también un reportaje sobre el cabañal, para un trabajo de la universidad. Y me he quedado muy sorprendida, no sabia lo degradado que estaba, es que me resultaba increíble como podían haber casas tan bonitas y cuidadas, y en cambio calles por las que da miedo pasar. Por una de esas calles habían unos niños, con ropa sucia, descalzos.. pidiéndome que les hiciera fotos, no lo he hecho con ninguna mala intención, simplemente les he hecho la foto, y lo que me he llevado de regalo ha sido que me gritaran con odio: menos fotos y hacerse cargo de ellos!! Ese momento me ha llegado al alma. Ojala el cabañal vuelva a ser lo que era.
Un saludo.
Ojalá. Pero de momento parece que no hay voluntad de los de arriba, ni de exigir responsabilidad a los de arriba por parte de los ciudadanos.
Un saludo.
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