La semana pasada volvió a haber carga policial contra los manifestantes del 15-M. De aquella carga (que no ha sido la última, porque hace un par de días hubo otra en Málaga con el resultado de seis heridos), el hecho más grave que se produjo, y al que la prensa nacional y los medios de comunicación apenas prestaron atención, fue la detención de un periodista que estaba cubriendo lo que estaba pasando (minuto 8:11 en este vídeo).
A partir de aquí, hay quien habla de que el movimiento del 15-M está deslegitimado. Pero nadie se para a examinar si la policía está actuando proporcionadamente. El argumento de algunos es que si la policía carga, es que algo habrán hecho, pero nadie se interroga sobre las causas. Estamos demasiado acostumbrados a creer y no a informarnos. Hablan de que la plaza de Sol estaba "secuestrada" por el movimiento, pero que yo sepa, en esa plaza nadie prohibía entrar hasta que la tomó la policía.
Algunos quieren ser tan políticamente correctos que hablan de legalidad, pero sólo se la exigen a los manifestantes y no a la policía y a los Gobiernos. Hay quien piensa que una revolución pacífica es aquella en la que no corre ni una gota de sangre y las porras de la policía no salen a pasear. Pero eso nunca ha sucedido así, ni siquiera en las manifestaciones y actos de desobediencia civil de Gandhi. ¿Acaso alguien piensa que mientras un grupo de "chalados" intenta cambiar el mundo y despertar conciencias, los Gobiernos se iban a quedar de brazos cruzados? Y aquí porque queda mal sacar los tanques y disparar contra la gente, que si no, ya se habría hecho.
Hay quien se queja de no haber visto las exigencias del 15-M. Tal vez se deba a que no las ha buscado. Que nadie espere encontrarlas en los medios de comunicación tradicionales, los cuales, en su gran mayoría (con la excepción hecha, quizá, del diario Público) dan la espalda al movimiento del 15-M. Otros dicen que el movimiento no ha logrado nada. Falso. Sin contar los resultados ya logrados (parar decenas de ejecuciones de hipotecas, logran que sus reivindicaciones lleguen al Congreso, etc.), el hecho de que haya gente en la calle cuestionándose el sistema y pensando ya es algo. Una revolución pacífica (y la del 15-M lo es, a pesar de los incidentes) no logra sus objetivos de la noche a la mañana. Se logran a largo plazo. Para lograr resultados a corto plazo, se hace una revolución violenta, con golpes de Estado y destrucción. Y ese tipo de revoluciones sí que son condenables, porque acaban generando más división.
Así pues, personalmente, sigo teniendo intacta la confianza que despertó en mí el 15-M allá por el ya lejano 15 de mayo de 2011.
martes, 9 de agosto de 2011
El 15-M y su violencia
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