Hace un año, un hombre colocaba una bomba en una camioneta en Oslo (Noruega). Después se trasladaba a la isla de Utoya y comenzaba a disparar contra todo el que andaba allí. En total, en ambos atentados, asesinó a casi ochenta personas. En Internet colgó había colgado previamente varios manifiestos y vídeos amenazando a musulmanes y marxistas.
En Alemania, durante la última década, alguien había asesinado a nueve inmigrantes turcos y a un policía. El mismo grupo cometió varios atracos y atentados con bombas. Hasta el año pasado no se supo que los responsables habían sido un grupo neonazi.
A finales del año pasado, en Florencia (Italia), un hombre vinculado a movimientos de ultraderecha asesinó a dos senegaleses e hirió a otros tres. Días antes, varias bandas arrasaron con cócteles Molotov y petardos un campamento de gitanos en Turín, después de que una chica de dieciséis años, italiana, dijera que había sido violada por gitanos. Esta chica se había inventado lo de la violación para justificar ante su familia su primera relación sexual.
Ahora, en Francia, alguien ha asesinado a tres militares de origen magrebí (y dejó a otro herido, de origen caribeño), y a tres niños judíos y un rabino.
Todos estos atentados y asesinatos tienen un denominador común: el odio. Asesinar a alguien por sus ideas, su raza, su etnia o su religión es algo que añade aún más desgracia al propio acto de matar a otra persona. Se están viendo ya demasiado casos en Europa, esa Europa que creíamos civilizada, pero parece que no lo es tanto. Y es que, indirectamente (o no tanto) responsables son también ciertos partidos políticos que hablan con ligereza de la inmigración. El resultado es el que se está viendo en Europa.
El problema ya no es que haya minorías dispuestas a comprar y expandir mensajes xenófobos y racistas. El problema es que hay minorías dispuestas a llevar hasta sus últimas consecuencias esos mensajes. Sea la acción de un loco solitario o de un grupo organizado o no, esto resulta de lo más peligroso.
La sociedad empieza a descomponerse en el momento en que no sabemos convivir los unos con los otros, a pesar de nuestras diferencias. Esta es la lección que debemos de aprender de Noruega, Alemania, Italia y, ahora, Francia. Por encima de cualquier mensaje político.
Y sin querer parecer alarmista, en España deberíamos prepararnos. Hace tiempo que lo llevo diciendo, y estos atentados racistas cada vez se acercan más (los de Francia, se han dado en el sur). Y recordemos que, en España, estos mensajes están despertando simpatías. Casos como el de Cataluña, con el partido xenófobo Plataforma per Catalunya; o el de la Comunidad Valenciana, donde España 2000 tiene bastante fuerza y donde seguimos liderando el ránking de agresiones xenófobas y racistas; deberían ser vigilados. Al menos, hasta que sepamos convivir.
martes, 20 de marzo de 2012
El odio genera violencia
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4 comentarios:
La derecha radical está algo más que crecida: sabe que gobiernan los suyos.
Es así Kurtz. Humildemente pienso, se juntan varios ingredientes en toda esta violencia, por un lado, el pensamiento extremista del asesino, pero además creo, muchos gobiernos o, quizás la mayoría contribuyen, con sus políticas benefician o perjudican, ellos mismos dirigen sus actos de gobiernos a sectores determinados, marginando a otros. También está el tema de la justicia, depende el color social, o el poder económico actúa en consecuencia. Todo esto más otras deficiencias, contribuyen a que estos sectores vuelvan a la palestra.
Un abrazo para vos Kurtz.
Es curioso oir ahora a Sarkozy cuando hace pocos dias pedia el voto a esos de idiologia de derechas y que eran franceses de pura cepa y que habia que mirar quien entraba en su país...
Jorge Arbenz: Y cuando no gobiernan, ahí los tienes, dando bien por culo.
Albers: Desgraciadamente tienes mucha razón.
Un abrazo.
Mexes: Los que no tienen ninguna ideología salvo alcanzar el poder tienen esa capacidad de adaptar su discurso a los acontecimientos, aunque se contradiga a cada semana que pasa.
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