Cuando los políticos meten el morro en las fiestas

Alguna vez creo recordar que ya he hablado de las consecuencias que tiene politizar una fiesta. Esto es especialmente patente en Navarra y el País Vasco, en cuyas celebraciones festivas de verano de pueblos y ciudades, siempre hay cuatro gatos radicales dispuestos a joderlo todo. Y después, como no, están los políticos siguiéndoles el juego.
En Berriozar, pueblo que cada agosto recuerda que el 9 de dicho mes del año 2000 fue asesinado un subteniente en el garaje de su casa a tiros por un pistolero de ETA, manda Xavier Lasa, de Nafarroa Bai. Dicho alcalde está dispuesto a permitir que el chupinazo, o cohete anunciador, de las fiestas de la localidad lo lance un concejal de ANV. Y ya la tenemos liada.
El resto del ayuntamiento (UPN, PP, CDN, IU y PSN) han puesto el grito en el cielo. Y lo realmente importante, la fiesta, queda en segundo plano.
Por qué los políticos no dejan de politizar las fiestas es algo que nunca comprenderé. Cuando se acercan las fiestas en cualquier pueblo y ciudad, los políticos deberían quedar en un segundo plano, apartarse, y dejar al verdadero protagonista: el ciudadano que lo único que tiene es ganas de pasar unos días de diversión. Quizá sería hora de que todos los políticos se preocupasen menos de lanzar chupinazos (que dejasen ese honor a asociaciones culturales y sociales de la localidad) y más de los intereses y preocupaciones del ciudadano. Que para eso les pagamos.