lunes, 1 de diciembre de 2014

O los clubes erradican la violencia de sus aficionados o lo deberá hacer el Gobierno

Este fin de semana hemos vivido otra de las jornadas negras y bochornosas que nos ha ofrecido el fútbol español. Centenares de aficionados del Frente Atlético (ultras del Atlético de Madrid) y de Riazor Blues (ultras del Deportivo de la Coruña) se enfrentaban en Madrid. Atlético de Madrid y Depor jugaban a las doce de la mañana de ayer domingo y estos ultras comenzaron su batalla campal hacia las nueve de la mañana. y durante un par de horas están pegándose con toda clase de objetos contundentes y armas blancas sin que la policía logre controlarlo (supongo que se debe a que no era una manifestación para exigir derechos, que hubiera estado controlada desde el minuto uno). También se habla, por cierto, de la detención de varios miembros ultras del Rayo Vallecano y Alcorcón, aunque los primeros ya han desmentido su participación en los disturbios.
Pero vamos al meollo de la cuestión. En los disturbios resultaron heridos una docena de personas, y una de ellas de extrema gravedad. Esta persona fue apaleada y arrojada al río Manzanares donde permaneció casi media hora. Finalmente, esta persona, aficionada del Depor, murió mientras se celebraba el partido entre su equipo y el madrileño. Y ahora todos lloramos y nos hacemos cruces y clamamos contra la violencia del fútbol. Hasta el mes que viene que ya nos habremos olvidado de esto.
Desde los años ochenta han muerto unos doce aficionados (eso por no hablar de los insultos racistas y de los incidentes que se producen en estadios, o de los cánticos neonazis). El Frente Atlético ya protagonizó un caso sonado con el asesinato de un aficionado de la Real Sociedad. Y, por cierto, Riazor Blues, al que algunos defienden como monjitas de la caridad, también protagonizó un caso sonado en 2003 cuando uno de sus miembros asesinó a otro aficionado que, para más inri, era seguidor del mismo equipo, el Deportivo de la Coruña. Y eso por no hablar de cosas lamentables como banderas nazis (en estadios como el del Atlético de Madrid o el Valencia) y cánticos nazis.
Estas cosas no pasarían si los clubes de fútbol luchasen contra los grupos violentos. Me da igual que esos grupos sean neonazis y de extrema izquierda. La violencia en el fútbol debe desaparecer. Y los clubes son quienes deben hacerlo. Es de vergüenza ver a Enrique Cerezo, presidente del atlético de Madrid, justificar lo que sucedió ayer. Los clubes de fútbol deben disolver a estos grupos violentos, aunque ello le cueste la presidencia a su presidente. Pero los clubes, salvo honrosas excepciones, no lo harán.
Por eso debería ser el Gobierno el que tomara cartas en el asunto. Y que decretara penas contra los clubes que permitieran estas cosas, aunque se les fuera en ello la popularidad (es muy impopular meterse en temas futbolísticos). Por ejemplo, cierre de estadios durante un año. Siempre que se produzca un incidente (insultos racistas, lanzamiento de objetos...) o, incluso, asesinatos, que se cierre el estadio implicado o el de los ultras implicados durante un año. Sea el equipo que sea. Así, más de uno espabilará y se implicará más en la lucha contra la violencia ultra en el fútbol.
Jamás he entendido el fanatismo, y menos en el fútbol. ¿Acaso alguno de los once millonarios que defiendes hasta la muerte van a hacer algo por ti? Quizá por eso entiendo que la violencia en el fútbol debe ser eliminada para evitar más imágenes cargadas de vergüenza. De nada sirve llorar ahora cuando hemos mirado para otro lado o, caso de algunos, jaleado esa violencia.

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