Han sido tan sólo diez días, pero han sido intensos. Tres países que me han permitido vivir una experiencia muy interesante y que tardaré tiempo en olvidar. Era
algo que llevaba tiempo queriendo hacer y por
fin he logrado realizar. A pesar de que necesitaré una semana para poder recuperarme del
Jet Lag, sin duda, pienso aprovechar el próximo período
vacacional para repetir experiencia.
Embarcamos en un avión desde Madrid c
on rumbo a nuestro primer destino, Perú, donde pasaríamos en tres días ayudando en la construcción de una escuela en una aldea. Creo que, en cierto sentido, de las tres, ésta fue la experiencia más
gratificante, en el sentido de que los resultados de tu labor se ven inmediatamente en las caras de los chiquillos que parecen estar agradeciéndote tu trabajo con sus miradas.
La experiencia más dura, sin duda, fue
Somalia. Allí compruebas una cosa: que si Dios existe y está en todas partes, África hace mucho que no recibe Su visita.
Somalia en un país que sufre una guerra tras otra a lo largo de su Historia. La última, desde diciembre del 2006, aún dura. Eso explica porque nos tuvieron retenidos en el aeropuerto durante más de cuatro horas (dicen que retienen durante horas casi todo el material que llega desde el extranjero por sospechas de que pudieran contener armas para los rebeldes, lo que me recordó lo sucedido hace unas semanas cuando en el puerto de
Sagunto (Valencia) se descubrió un cargamento de armas
presumiblemente destinado a la guerrilla de Guinea Ecuatorial). El campo de refugiados al que llevamos nuestro material era desolador. Me habían dicho que no iba a ser agradable y que iba a ser mucho peor que lo que veía por la televisión. Pero nunca espere ver algo como aquello, que aún hoy me deja sin palabras para describirlo.
Somalia es sólo un ejemplo de lo que sucede en países olvidados, que no poseen petróleo y cuyos conflictos y
gentes no importan. Lenta y
dolorosamente mueren. Igual que mucha gente que allí vimos.
En el
Líbano estuvimos poco tiempo, el suficiente para entregar el material que
llevábamos en un campo de refugiados muy cercano a la frontera con
Israel. Sin ser una situación tan dramática como la de
Somalia, la de los refugiados del campo
libanés también lo era. Hay que tener en cuenta que, cuando en el verano de 2006 fue bombardeado por
Israel, el país casi se había recuperado de la última guerra sufrida. Y sus gentes, como en todas las guerras, lo
notaron. Antes de marcharme del país, pasamos por
Beirut y pudimos comprobar que aún permanecen las huellas del último bombardeo israelí. No sé por qué, imaginé que
Beirut era Valencia (o cualquier ciudad en la que vivamos) y que había sufrido ese mismo bombardeo. ¿Qué nos hubiera pasado?
¿Por qué
hice este viaje? La verdad es que, como ya he dicho otras veces, siempre ha existido en mi casa la
costumbre de cenar viendo los informativos. Esto me permitió cenar desde niño viendo las terribles
imágenes de la guerras de Bosnia o
Ruanda y de las hambrunas de
Somalia o
Biafra. Con el paso del tiempo me preguntaba por qué yo podía tener de todo y ellos no y conforme fui evolucionando en concienciación social y política fui marcándome como objetivo hacer un viaje de este tipo, aunque sólo fuera para acallar mi conciencia. Me dijeron que iba a ser duro. Lo ha sido. Pero más duro ha sido el regreso. Pensar que yo ahora continuaré con mi vida normal y ellos continuarán en cierta manera con la suya es algo que incluso hace empequeñecer mis problemas personales. A pesar de todo, seguramente si nada lo impide, este verano repetiré.